11/2/21
EL SÍNDROME DEL DOMINGO
Tengo siete años, voy de regreso a casa con mi familia después de pasar el domingo con mis primos. Por las ventanas del auto el atardecer nos abraza con sus tonos rosas y azules como delicioso betún de pastel y yo, yo solo quiero llorar. No tengo idea de que existe la depresión o la ansiedad, simplemente siento un terrible desasosiego que ni los chistes de mi hermano disfruto. Estoy triste y a pesar de estar acompañada me siento sola, profundamente sola.
Domingo a domingo millones de niños, adolescentes, adultos; con hermanos, con novios, casados, con hijos, con sobrinos, con amigos, con primos; jugando cartas, viendo una serie, viendo deportes o una película; experimentan esa desolación al caer la tarde.
Es el síndrome del domingo, así lo denominó, en el año 2006, la sicóloga estadounidense Larina Kase. Algunos le llaman la enfermedad del domingo, pero no es una enfermedad, los expertos lo describen como un conjunto de síntomas que experimentan algunas personas a causa de su trabajo.
La sicóloga mexicana Sandra García nos explica que los domingos, algunas personas suelen entrar en contacto, con mayor facilidad, con su realidad incómoda, es decir: con esa sensación de incapacidad, de desagrado o de insatisfacción; se sienten frustradas al no solucionarlo y por ello sienten angustia intensa.
Considerando que una niña de 7 años no trabaja, podríamos pensar que su conflicto es la escuela, las clases, los exámenes, sus compañeros. Pero yo me atrevo a agregar una causa, con todo respeto para los especialistas. Si bien creo que hay una incertidumbre sobre lo que el lunes y el resto de la semana traerán, también hay tristeza por despedirse, por acabar con el gran proyecto del fin de semana, es decir adiós a los primos y a los ricos pasteles de la madrina. Saber que la televisión se apaga temprano y que sus padres se irán a dormir; entender que se acabó.
Existen muchas personas que aman su trabajo y sin embargo experimentan “los miedos del domingo”, como también se le llama a este síndrome, por eso nuevamente planteo que en parte es el temor a poner un punto final.
Esto es lo que creo, porque debo confesar que yo soy esa niña. Mi primer registro de lo que ahora sé es el síndrome del domingo, fue cuando tenía unos 7 años. Por mucho tiempo, pensé que yo era la única que experimentaba esa sensación, hasta que un amigo me compartió que le pasaba lo mismo.
Sin importar dónde estoy, con quién estoy, la armonía que tenga en mi hogar, lo feliz que sea con mi trabajo, los “Sunday Blues”, me han acompañado toda la vida. La receta para enfrentarlos, que a veces funciona y otras no: cambiar el pensamiento, saber que aunque existen las despedidas, lo mejor puede venir mañana.
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SUNDAY SYNDROME
I am a 7-year-old girl. My family and I are going back home after spending the day with my cousins. A beautiful sunset delights us with pink and blue tones, like a cake frosting, but me, I only want to cry. I have no idea that depression or anxiety exists; I feel so uneasy that not even my brother's jokes can make me feel better. I am sad, and nevertheless, I have company; I feel alone, profoundly lonely.
Every Sunday, millions of kids, teens, and adults feel desolate when the sunset falls. Regardless of whether their parents, their brothers, their partners, or their children accompany them. Or if they are getting together with friends, playing cards, watching a series, watching a movie, or a sports game.
It's the Sunday Syndrome, as the American Psychologist Larina Kase named it in 2006. Others called it the "Sunday Illness," but it is not an illness. Instead, experts described it as the group of symptoms that some people feel because of their jobs.
Sandra Garcia, a Mexican Psychologist, explains that some people easily connect to their uncomfortable reality on Sundays. They feel incompetent, unsatisfied, disgusted, or frustrated, and because they can not resolve it, they experience intense anxiety.
Considering that a seven-year-old girl does not work, we could think that she has issues with her school, classes, exams, or classmates. But, with all due respect to the specialists, let me provide another reason. Although I believe there is some uncertainty about what Monday and the rest of the week will bring, there is also sadness about having to say goodbye, about finishing a great weekend, about saying “see you later” to your cousins, and to your Godmother's delicious cakes.
Knowing that the TV has to be turned off earlier, and parents will go to sleep, understanding that this is it.
Many people love their job, although they experience "The Sunday Scaries," which is another way to call this syndrome. That is why I think that this sensation is partly about the dread of experiencing some sort of an ending.
I believe so since I am that little girl. My first memory of what I now know is the Sunday Syndrome, is when I was seven years old. For many years, I thought I was the only one who experienced that feeling until a friend shared with me that he feels the same.
It does not matter where I am, with whom I am, the harmony and love in my home, the happiness I feel working, the "Sunday Blues" has accompanied me my whole life.
The recipe for confronting it is to believe that although you have to say goodbye, tomorrow could potentially bring something amazing.
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